Compañía Guerrero - Díaz De Mendoza

A fines del siglo XIX, cuando el teatro en lengua española buscaba expandir sus horizontes y conquistar nuevos públicos, la compañía de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza se convirtió en el emblema de una época de esplendor. Su llegada significó la aparición de una troupe capaz de llevar con la misma excelencia los clásicos del Siglo de Oro y las obras contemporáneas, y de trasladar ese repertorio a ambos lados del Atlántico con una calidad escénica que pocos podían igualar. Desde Madrid hasta Buenos Aires, su nombre empezó a circular como garantía de rigor artístico, refinamiento y un magnetismo interpretativo que marcó generaciones.

En muy pocos años, la compañía se transformó en la agrupación española con mayor presencia en América. Cada temporada alternaban alrededor de cien funciones en España con otra cantidad equivalente en ciudades latinoamericanas, un ritmo extraordinario que convirtió su agenda en un acontecimiento esperado. La solidez de sus producciones y la potencia actoral de Guerrero y Díaz de Mendoza hicieron que muchos públicos debieran aguardar durante años para verlos en escena, consolidándolos como la dupla teatral más influyente de su tiempo.

Su desembarco porteño en 1897 fue decisivo. Tras cerrar la temporada en el Teatro Español, iniciaron su primera gira americana, con un contrato que preveía casi cien funciones en Buenos Aires y Montevideo. Aunque la prensa local advertía sobre la exigencia del público argentino, el debut en el Teatro Odeón disipó cualquier inquietud. Obras como El desdén es el desdén, El vergonzoso en palacio, La niña boba, Mancha que limpia, Lo positivo o Los Dolores fueron recibidas con entusiasmo. La crítica destacó sus actuaciones como uno de los grandes hitos teatrales en la historia cultural de Buenos Aires, y Montevideo respondió con igual fervor. El éxito de esta gira inaugural abrió paso a muchas otras que los llevaron a Perú, Colombia, Bolivia y Cuba.

La compañía también extendió su prestigio en Europa. En 1900 debutaron en París, en el Teatro de la Renaissance, con La niña boba, y continuaron con presentaciones en Italia y Bélgica. Aunque no pudieron sostener giras europeas de mayor duración por sus compromisos en España y América, su presencia dejó una fuerte impresión en la crítica del continente.

La relación con la Argentina alcanzó su punto más alto en 1918, cuando Guerrero y Díaz de Mendoza promovieron la creación de un gran teatro nacional que simbolizara el vínculo cultural entre ambos países. Así nació el proyecto del Teatro Nacional Cervantes, construido con materiales, artesanías y diseños provenientes de distintas regiones de España. El 5 de septiembre de 1921, la inauguración con La niña boba, interpretada por su propia compañía, selló uno de los capítulos más significativos de la historia teatral argentina.

La huella que dejó la compañía Guerrero-Díaz de Mendoza fue mucho más que artística: instauró un puente cultural duradero entre España y América, revitalizó el repertorio clásico y elevó el estándar de producción escénica en ambos continentes. Un legado que, más de un siglo después, continúa marcando la memoria del teatro en español.