EL Conventillo De la Paloma

El conventillo de la Paloma: una mirada de género al sainete criollo

Estrenada en 1929 por Alberto Vaccarezza, su éxito no se explica solo por la comicidad de las situaciones, sino por la capacidad de retratar un espacio social complejo: el conventillo, lugar de convivencia de inmigrantes y criollos, cargado de tensiones, solidaridades y conflictos. Hoy, releer esta obra desde una perspectiva de género nos permite descubrir cómo el teatro popular reflejaba y a la vez cuestionaba los roles asignados a hombres y mujeres en aquella sociedad.

La trama se desencadena con la llegada de una nueva inquilina, “La Paloma”, cuya presencia despierta el interés inmediato de los hombres del conventillo. Este gesto inicial pone en evidencia la cosificación femenina: la mujer aparece como objeto de deseo, disputada y comentada, más que como sujeto con voz propia. Los hombres, representados en figuras típicas del sainete —el compadrito, el gallego, el tano—, se definen por su capacidad de seducción o por la posesión de la mujer. En este sentido, Vaccarezza reproduce los estereotipos patriarcales de su tiempo, donde la masculinidad se mide en términos de conquista y dominio.

Sin embargo, la obra no se limita a mostrar pasivamente esta desigualdad. Las mujeres del conventillo, al advertir que sus maridos desvían la atención hacia la recién llegada, deciden organizarse y actuar. Su estrategia, aunque presentada en clave humorística, introduce un elemento de resistencia: la solidaridad femenina frente a la amenaza de perder su lugar. Este gesto revela que, incluso en un contexto de subordinación, las mujeres ensayan formas de agencia y poder.

La convivencia multicultural del conventillo muestra cómo las diferencias de origen se suman a las desigualdades de género, generando un mosaico de voces y conflictos. En este sentido, la obra permite pensar la condición femenina no solo desde el patriarcado, sino también desde la experiencia migrante.

La comicidad del sainete revela tensiones reales sobre el lugar de la mujer en la vida cotidiana. El humor, entonces, funciona como un espejo deformante que permite ver con claridad las desigualdades de género.