Asuntos internos

En una oficina del centro, entre escritorios, computadoras, fotocopiadoras, biblioratos y archiveros, el público debe llevar adelante un trámite. Allí será atendido por un elenco de oficinistas –que también son bailarines– y un jefe –que también es cantante–. El papeleo es dramático: se completan formularios, se responden cuestionarios, se espera absurdamente en fila, se consiguen los sellos que permiten avanzar en la confección de un expediente que lleva a ningún lado, o tal vez al autoconocimiento. Asuntos Internos invita a habitar por un rato el microcosmos de una burocracia casi extinta frente al avance de la digitalización, la virtualización y la inteligencia artificial. La obra es una experiencia inmersiva en un espacio no convencional, un recorrido que evoca aquella danza de vínculos y jerarquías, de reglas propias que se imponían sobre todas las prioridades del mundo exterior, cuando el funcionamiento de la vida cívica dependía casi completamente de los intercambios humanos.

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