Por suerte me tengo a mí

Pequeños monstruos con sus grandes marcas. Un cuerpo tratando de callar sus voces. Un recorrido por imágenes que marcan la carne, que arrugan la piel y se instalan como un embarazo infinito. Un continuo intento de mirar lo que no se nombra y abrazar las emociones que se sienten inagotables, detestables. Quizás exista la posibilidad de desvestir el fracaso y pintarlo de otra forma, una más extraña, una más vulnerable.

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